¿Por qué ir a un psicólogo…

… si yo no estoy “loco”? Ya que no podemos ser expertos en cualquier área o actividad profesional, buscaremos un especialista en fiscalidad para ayudarnos con nuestra Declaración de la Renta, un mecánico para solucionar una avería en nuestro vehículo, un abogado para defendernos en un pleito, etc. Sin embargo, encontramos múltiples “razones” para no acudir a un experto cuando los problemas que se nos plantean son de tipo personal, laboral, emocional o vital. Quizás, detrás de esta actitud, se esconde el pensamiento erróneo de que debemos ser capaces de superar por nosotros mismos estas dificultades, y si no lo somos, se ve comprometida nuestra autoestima, aunque paradójicamente, la mayoría llamará a un fontanero para que le solucione el simple goteo de un grifo y no se sentirá incapaz por ello. Hoy en día acudir al psicólogo es algo normal, muchos estudios muestran como en las últimas décadas se ha incrementado notablemente la demanda de atención psicológica.

En cuanto a la definición de “locura”, es algo que ha cambiado a lo largo de la historia y las culturas,  y en la actualidad hay una gran disputa intelectual entre los distintos expertos sobre qué es, cómo se define, qué la origina y cómo afrontar la patología psicológica y la salud mental. Desde la asesoría psicológica, no nos dirigimos al tratamiento de patologías, ni al etiquetamiento diagnóstico, pretendemos fomentar el cambio que el consultante necesita, promoviendo la superación de problemas y dificultades, que son vividas como causa de una mala calidad de vida, como por ejemplo manejar eficientemente la ansiedad y el estrés, superar miedos, aprender a manejar situaciones conflictivas, superar pérdidas, conseguir objetivos personales y profesionales, superar crisis vitales, etc.

Sólo existe un remedio porque sólo hay una enfermedad. La de que no vivimos lo que somos, no vivimos la realidad inmensa que somos”. A. Blay.

 

 

 

¿Cómo va a poder ayudarme un psicólogo con un problema tan personal y único?

Cuando se acude a un psicólogo por primera vez, es probable que nos sorprenda su forma de trabajar, que poco o nada tiene que ver con la imagen social que se ha creado de esta especialidad, formada por lo que aparece en películas, series y libros. Desde luego, uno no sabrá si le pueden servir de ayuda hasta que no lo pruebe, pero salvando las expectativas que puedan existir sobre soluciones mágicas e inmediatas, las intervenciones psicológicas se basan en conocimientos y técnicas con una amplia base científica, también filosófica y humanista; en los conocimientos acumulados en las últimas décadas sobre el funcionamiento de la conducta humana, en el conocimiento de cómo nuestro sistema nervioso procesa todo tipo de información, se ha profundizado en el conocimiento fisiológico de nuestro cerebro y las interrelaciones entre el sistema nervioso, el endocrino y el inmunológico; pero también, en las tradiciones culturales, filosóficas y religiosas milenarias, que aportan un conocimiento coherente con la ciencia y la comprensión moderna del ser humano. De todo esto, se obtienen herramientas de intervención cada vez más depuradas y eficaces.  

Lo mejor será informarse, consultar, indagar un poco sobre las formas de trabajo y especialidades concretas de los distintos profesionales, y solicitar una consulta inicial en la que se debe dar a conocer la forma de trabajo del profesional y valorar la sintonía y fluidez de relación que nos produce, y que será básica para una intervención eficiente.

  

¿Cómo voy a confiar mis “secretos” a un extraño?

La norma es sentir cierto recelo ante los extraños, y entrar en intimidad con un desconocido nos puede producir aprensión; son el mismo tipo de recelos que podemos tener ante un médico, un abogado o un asesor fiscal cuando solicitamos sus servicios. Pero al igual que en estos casos, un profesional deberá conocer la información confidencial pertinente,  para poder ejercer su labor con la mayor precisión posible.

Los psicólogos han de regir sus intervenciones en base al Código Deontológico del Psicólogo, que asume que la ética es una parte esencial de la profesión del psicólogo, y entre otras normas, destaca la obligación de respetar una estricta confidencialidad entre psicólogo y cliente; además de mantener toda la relación dentro de unos parámetros estrictamente profesionales, orientados a ayudar a encontrar soluciones y servir de guía y apoyo, para la consecución de los cambios orientados a los fines propuestos en la intervención.

 

 

 

 

Una intervención completa, que se alarga en el tiempo es muy cara, no me lo podré permitir.

Lo fundamental es planteárselo en terminología económica de coste/oportunidad, es decir, si no doy una solución a este problema, que me bloquea, que está dificultando mi vida, mis relaciones, mi trabajo, mi disfrute vital, ¿qué estoy perdiendo y qué estoy dejando de ganar?  Podemos perder relaciones importantes en nuestra vida: pareja, amigos, familiares, compañeros de trabajo; podemos perder nuestro trabajo, oportunidades de ascenso, profesionales, de cambio de profesión; y sobre todo, podemos perdernos a nosotros mismos por el camino y vivir una vida que no es la nuestra, sin permitirnos explorar todo nuestro potencial, sintiéndonos en el fondo infelices.

La duración de un proceso de intervención depende en gran medida de lo que se demande, del trabajo e interés que se pone en promover el cambio, y en ocasiones, una consulta puede ser puntual y no llegar a más de dos o tres sesiones.

 

Las tarifas de las sesiones no son prohibitivas, menos si se comparan con los beneficios que se pueden obtener, y muchos de los profesionales estamos abiertos a flexibilizar nuestros honorarios, en función de la situación económica del consultante.