Aunque, como he dicho anteriormente, las distintas fases de desarrollo por las que va a pasar todo proceso de intervención psicológica, van a variar necesariamente en función de cada caso, sí que podemos hablar de una estructura mínima, que se dará en casi la totalidad de las ocasiones.
-Acogida:
La primera sesión deberá servir para la presentación del profesional, dónde se explicará la metodología básica de intervención, las condiciones en las que vamos a trabajar: duración habitual de las sesiones, frecuencia, actividades y trabajo entre las sesiones.
Por su parte el cliente expone lo que le ha llevado a solicitar la consulta y a definir qué espera de ésta.
-Evaluación:
En esta fase, siempre en función de cada caso, el objetivo es tener un conocimiento amplio del cliente y del funcionamiento de sus procesos emocionales, esquemas de pensamiento, y conductas manifiestas, así como un acercamiento a los hitos biográficos más significativos de su trayectoria vital y concretamente la problemática que motiva la consulta: cuándo empezó a presentarse el problema, personas implicadas, situaciones en las que el problema está o no presente, qué soluciones se han intentado previamente y con qué resultados, si se ha consultado con otros profesionales y con qué resultados.
-Intervención:
En este punto se ha de producir un acuerdo en el problema básico que va a ser objeto de la intervención, y que podrá irse modificando, ampliando o cambiando en función de la evolución del proceso, siempre de mutuo acuerdo, ya que el protagonista principal ha de ser siempre el cliente, y el ritmo y la intensidad, lo va a marcar en gran medida el propio consultante. El objetivo, no es otro que alcanzar un óptimo nivel de equilibrio emocional y desarrollo personal. Para ello trabajaremos en la adquisición de las herramientas necesarias para afrontar la resolución de los problemas planteados y aumentar tus propias capacidades y autonomía para la resolución de retos futuros, ayudándote para afrontar los problemas de forma positiva y superar los cambios vitales importantes, trabajando en la profundización del conocimiento del propio individuo. En concreto, la intervención se centrará en la modificación de pensamientos, emociones y conductas relevantes en la aparición y el mantenimiento del problema.
Inicialmente, el ritmo de trabajo habitual suele ser de un día a la semana, aunque puede aumentar o disminuir la frecuencia, en función de las necesidades de cada caso y de cada situación personal, para ir pasando con el tiempo, a una frecuencia de una sesión cada dos semanas o cada mes. Es importante que el consultante ejercite lo aprendido entre sesiones, y que realice tareas fuera de éstas, con el fin de acortar el tiempo total del proceso.
-Seguimiento:
Una vez finalizado el proceso principal de intervención, es aconsejable mantener un contacto esporádico, cada tres o seis meses, para comprobar la consistencia de los resultados obtenidos, reforzar las capacitaciones adquiridas en la fase de intervención y constatar la evolución positiva y autónoma del consultante.